El vibrato de un celular capta las emociones de quien lo ha estado esperando por un largo rato. Existen muchas formas de hacerte saber que me gustas, si tienes una edad similar a la mía, entenderás la intención en mi interacción. No necesito tocarte o mirarte cara a cara para sentir que un “like” tuyo me eriza el alma. Tenemos diferentes espacios para vernos, después de todo la distancia se ha limitado gracias a la virtualidad (haciéndose mayor en la vida real).
Tengo una prima que, a sus 16 años, ya había estado con más de 20 hombres sexualmente. Lo sé porque en una de las tantas conversaciones, donde se desahogaba del despecho y los hombres, me lo confesó. A la mayoría los había conocido por redes sociales, seguramente conversaron dos o tres días y eso sería suficiente para tener la primera cita. Muchos de estos hombres no se esforzaron por obtener su atención, bastaba un comentario en una foto en una red social para que la joven se sintiera “acechada” por alguien del sexo opuesto.
Me pregunto, ¿qué tan básico se convirtió la aventura de la conquista en los jóvenes de este siglo? No me imagino a mi abuela “dándoselo” al primer sujeto que la llamará cada día, dos horas por teléfono, durante una semana. Tampoco sabemos con certeza cuánto se conservaban realmente las mujeres, pero la historia dice: “virgen hasta el matrimonio”.
Después de esa primera interacción, volverán a verse. No habrá flores ni pasará por ti; la mayoría solo te dirá que llegues al lugar. Y ahí van las chicas hermosas, que antes se maquillaron, eligieron con cuidado su atuendo y buscaron ideas de peinados en TikTok. Llegarán al sitio, si es que él lo escogió de antemano para sorprenderte; aunque, como suele suceder, lo más probable es que te pregunte: ‘¿Qué hacemos? ¿A dónde vamos?
Comerán algo, te recitará los poemas más hermosos que hayas escuchado. Tal vez ni lo sienta, pero tiene un objetivo que cumplir. Sentirás su insistencia, como si te acosara de una u otra forma para obtener un beso o tu cuerpo, sin esforzarse en una conversación agradable. Luego, te pedirá que lo acompañes a su casa para ‘terminar algo’, y, ingenuamente, aceptarás.
Terminarás por darle tus besos, tu sexo y tu mayor intimidad. Lo más probable es que en la cita, de unas horas atrás, aquel sujeto no se interesó mucho en conocerte. Nunca sabrá tu color favorito, tus mayores sueños o anhelos. Conocerá lo mínimo de ti, tu nombre, tu edad y donde vives. Finalizará la noche enviándote en un taxi, sola (puede que te acompañe). Al día siguiente desaparecerá. Puede que vuelvas a saber de él, cuando tenga ganas de nuevo.
Muchas de las chicas jóvenes del hoy tienen claro que aquellos seres masculinos acaban por rechazarlas con facilidad cuando no “aflojan” rápidamente. No les gustan las morrongas, no hay necesidad de hacerse esperar por la cereza del pastel, el amor y la travesía de la conquista se ha ido esfumando.
Culminarás por sentirte triste, deprimida o utilizada, replicando el mensaje feminista de que las mujeres también pueden ser las que “se comen un hombre”, porque al dañarlas les hacen creer que hay que actuar igual para no salir lastimadas.
Así termina la conquista juvenil del ahora: podemos conocernos por redes sociales, pero, necesito saber si vas a satisfacer mis necesidades desde ya. No voy a llevarte flores, ni detalles, no habrá muchas llamadas por teléfono, tenemos afán de sexo. No voy a esperar a tomarte la mano con timidez, ni sentir esas mariposas flotantes del amor del bueno.
Se perdió la costumbre de esperarte en la puerta de tu casa, voy a entrar pronto a tu cuarto; ya que, afuera hace frío. Tampoco el hábito de nuestros abuelos de no tocar, respetando nuestros cuerpos. No nos casaremos ni seremos resilientes en la relación para que pueda ser duradero, nos dejaremos en la mínima discusión. Lo que quise de ti y de otras ya lo obtuve. Nadie será suficiente para seguir hasta que la muerte nos separe.
Si eso es lo que los jóvenes de hoy consideran una conquista, ¿qué les deparará el futuro a las próximas generaciones?



